Clima & Energía

Los combustibles fósiles alejan a Argentina de las metas del G20

Subsidios a los combustibles fósiles continúan en las 20 economías más grandes del mundo

A pocos días de la cumbre de líderes en Buenos Aires, la presidencia de Argentina del G20 finalizará sin haber cumplido una de las metas ambientales más importantes del grupo: abandonar los subsidios a los combustibles fósiles.

El objetivo fue acordado en 2009 y desde entonces el cambio ha sido mínimo bajo las presidencias de los distintos países, cuyas economías dependen un 82% en energías provenientes del carbón, gas y petróleo, de acuerdo con un reciente informe de la ONG Climate Transparency.

El gasto en subsidios a los combustibles fósiles en los países del G20 se incrementó de US$75 mil millones en 2007 a US$147 mil millones en 2016, último año con datos para todo el grupo. El gasto se redujo desde 2014, cuando fueron asignados US$230 mil millones.

“Existe un compromiso del G20, pero sólo para eliminar los subsidios que sean considerados ineficientes y sin una fecha concreta. Eso permite a los países decir que sus subsidios no son ineficientes y no sean eliminados,” sostuvo Paul Horsman, líder de proyecto en Greenpeace Argentina. En Argentina, los subsidios totalizaron US$2.7 mil millones en 2016, en baja comparado con los US$11.3 mil millones gastados en 2014. Sin embargo, de 2014 a 2016 el monto por unidad de PBI (US$0.008) fue más elevado que para el promedio del G20 (US$0.004).

Al mismo tiempo, de 2013 a 2015, las instituciones públicas de financiamiento de Argentina destinaron un promedio de US$1.4 mil millones para proyectos de energía marrón (petróleo, gas y carbón) y sólo US$4 millones para proyectos de energía verde como eólica y solar.

Organizaciones sociales y ambientales reclaman que desde la presidencia del grupo Argentina impulse al G20 a fijar una fecha concreta de eliminación de los subsidios, tal como hizo el G7 para lograrlo en 2025, y la incluya en el comunicado final de la cumbre de líderes.

Sin embargo, las expectativas no van en el mismo camino.

“Lo único que puede llegar a salir de la cumbre de líderes es un comunicado que mencione el compromiso de reducirlos progresivamente. El tema no va a ser muy importante, no tengo demasiada expectativa”, afirmó Enrique Maurtia Konstantinidis, director del área de cambio climático de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).

Compromisos ambientales

El G20 reúne a las economías que representan más del 80% del PBI a nivel global, englobando a dos tercios de la población y a los mayores países del mundo en términos territoriales. Sus miembros concentran tres cuartas partes del comercio global.

Dichas características hacen que el grupo tenga un rol clave para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París de cambio climático. Sin embargo, las metas de los países del G20 son todavía insuficientes para evitar que la temperatura suba más de 2ºC comparado con niveles preindustriales.

Los subsidios a los combustibles fósiles se abordaron por primera vez en 2009, incluyendo en la llamada Declaración de Pittsburgh su compromiso a “retirarlos y racionalizarlos paulatinamente en el mediano plazo” y considerándolos “ineficientes” ya que “impiden la inversión en las energías limpias”.

Diez años después, los países del G20 no han sido eficientes en reducir los subsidios y mantienen una gran cantidad de dinero con el fin de continuar generando energía a través de los combustibles fósiles. De 2013 a 2015, a nivel grupal gastaron US$91.4 mil millones por año en proyectos de carbón, petróleo y gas.

“Los costos son demasiado altos y hay alternativas. El desarrollo de las energías renovables ha vuelto a los subsidios innecesarios. Reducirlos es la mejor manera para contribuir a la reducción de gases de efecto invernadero”, sostuvo Horsman.

El compromiso del G20 ha sido luego ratificado por otras organizaciones y convenios internacionales. El objetivo 12 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establece como meta “racionalizar los subsidios ineficientes” y el Convenio de Diversidad Biológica (CDB) se puso como meta eliminarlos en 2020.

Los subsidios en Argentina

En una de sus primeras medidas de gobierno, el presidente argentino Mauricio Macri decidió en 2016 reducir los subsidios al consumo del gas natural y la electricidad. La medida significó un alza de precios en los servicios públicos luego de más de 10 años sin una actualización.

Sin embargo, la quita de subsidios al consumo no vino acompañada de una reducción de los fondos que reciben las empresas petroleras para la producción, especialmente aquellas que operan en Vaca Muerta, una de las reservas de hidrocarburos no convencionales más grandes del mundo. Sin dichos subsidios a la producción, la actividad en Vaca Muerta no sería rentable, acuerdan expertos consultados por Diálogo Chino.

En 2017, los subsidios a la energía implicaron un 5,6% del presupuesto nacional de Argentina, lo que representó el 1.7% del PBI y, de acuerdo con un análisis de FARN. El 77% de las partidas presupuestarias del sector energético fueron subsidios para la generación y consumo de energía producido por petróleo y gas.

“El gobierno ha intentado atender el problema de los subsidios, pero comenzó por el consumo. Nuestros análisis muestran que los subsidios no se reducen de la misma forma para todos. Se enfoca sólo en consumo y se aumentan los fondos a la producción”, afirmó Maurtua Konstantinidis.

En Argentina, el sector energético es el que más contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero, 53% según datos del último inventario.

El rol del gas natural

La decisión de Macri de subsidiar e incentivar a la producción de hidrocarburos vino acompañado de un fuerte empuje a las energías renovables, que hoy sólo representan el 2% de la matriz energética de Argentina.

Desde 2016 se realizaron tres grandes licitaciones para proyectos solares, eólicos y de biomasa, entre otros, con el objetivo de llegar a un 20% de la matriz en 2025. La meta previa de llegar a un 8% de la matriz con renovables para este año no se cumplió.

El gobierno argumenta que no se puede avanzar más rápido de lo que se está haciendo en energías limpias, a pesar de reclamos opuestos de ambientalistas. Eso ha llevado a desarrollar simultáneamente energía eólica y solar con los hidrocarburos, especialmente el gas natural.

“Es imposible avanzar más en renovables, la red no lo permite. Argentina está trabajando a una velocidad enorme. Mientras tanto, el gas natural va a tener un rol de transición y va a crecer mucho en los próximos 20 años”, afirmó Juan Carlos Villalonga, diputado de la alianza Cambiemos que integra el gobierno de Macri.

Dicha expansión se refleja en la matriz energética de Argentina, basada en más de un 85% en hidrocarburos. El gas pasó de ocupar un 25% de la matriz en 1980 a su actual 53.6%, relegando al petróleo. El crecimiento fue facilitado por Macri al garantizar en 2017 subsidios al gas hasta 2021.

En su última reunión en Argentina en junio, los ministros de Energía del G20 han resaltado el “papel clave” del gas natural y la expansión que tendrá en las próximas décadas, argumentando que el mismo debe ser considerado como un combustible de transición hasta que se logre un mayor desarrollo de las energías renovables.

Organizaciones ambientales rechazan usar el gas natural como combustible de transición y destinar fondos para subsidiarlo, los cuales podrían ser destinados a energías renovables. Si bien genera menos emisiones, el gas no es una energía limpia y tiene riesgos de pérdidas.

“Tenemos que hacer una descarbonización profunda ahora, no hay tiempo para usar al gas como combustible de transición. Mientras Argentina sigue invirtiendo en producir gas actualmente, en el futuro no va a tener a quien vendérselo porque el resto de los países ya van a tener energías más limpias”, sostuvo Maurtua Konstantinidis.

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