Clima

Nuevo gobierno de Brasil ratifica el acuerdo de París

El país es el tercer mayor emisor que se compromete con las metas

Menos de dos semanas después de asumir la Presidencia de Brasil en forma oficial, Michel Temer validó el acuerdo de París después de la ratificación de los Estados Unidos y China, anunciada a principios de septiembre. Después de descuidar el programa del clima en su plan de gobierno, bautizado como “un puente hacia el futuro,” el Presidente intenta abordar la discusión del cambio climático. Se propuso mostrar en su discurso que “es importantísimo que en los años venideros continuemos por el camino que Brasil viene siguiendo, que es un ejemplo para los demás países”. La compleja misión empieza ahora: que las promesas escritas se transformen en acciones. El país se comprometió a reducir un 37% de sus emisiones hacia 2025, tomando como base el año 2005. En 2030, el corte llegaría al 43%. “Esta tarea va a demandar mucha inteligencia, diálogo y buenas políticas públicas”, analiza Marcelo Furtado, representante de la Coalición Brasil Clima, Bosque y Agricultura. Según Furtado, no hay excusas para que el país no ejecute bien esa etapa: “Hacer políticas públicas es gratis, no necesariamente se gastan muchos recursos, sólo hay que hacerlo bien”. Para que el Acuerdo de París entre en vigencia, se necesita que por lo menos 55 países responsables del  el 55% de las emisiones globales de carbono ratifiquen el pacto. Brasil es responsable del 2,48% de las emisiones, según afirma el Ministerio del Medio Ambiente. “La meta ya fue alcanzada antes de nacer” Según el punto de vista de Pedro Telles, que participa de la Campaña Clima que realiza Greenpeace Brasil, las metas brasileñas que se anunciaron en el INDC (Contribuciones Previstas y Determinadas a Nivel Nacional o INDC, por sus siglas en inglés) , que luego de su ratificación se transformaron en NDC, o contribuciones firmes, son poco ambiciosas. “Una gran parte del proyecto ya fue alcanzada al nacer. Por ejemplo, ya estamos muy cerca de lograr valores que van del 28 al 33% en la matriz energética de energías renovables, excluyendo la energía hidráulica”,  afirma Telles al citar una de las metas que se presentaron en el documento. El Acuerdo prevé la realización de la primera rueda de revisión de las metas nacionales para el año 2018. “Cuando quiera, el gobierno brasileño puede elevar sus ambiciones. Además, es fundamental que lo haga antes del 2018, para limitar el aumento de la temperatura en un nivel que se aproxime lo más posible a 1,5°, tal como establece el acuerdo”, agrega Telles. Según la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC), lo que hasta el momento propusieron los países signatarios no es suficiente para que el escenario deseado se mantenga. Un estudio publicado en Nature en julio pasado mostró que, hacia 2100, la temperatura media del planeta aumentaría de 2,6° a 3,1° si se realizan los cortes de emisiones anunciados. Revolución e inversión En épocas de recesión económica, el consumo de energía experimenta una caída en Brasil y, en consecuencia, caen las emisiones de gases de efecto invernadero. Datos actualizados provenientes del Sistema de Estimativa de Emisión de Gases de Efecto Invernadero (SEEG), perteneciente al Observatorio del Clima (OC), señalan que el consumo de electricidad cayó bruscamente entre 2014 y 2015. “No queremos que el número de emisiones caiga debido a la detención de la economía. Queremos un cambio de rumbo, una economía baja en carbono”, alegó Tasso Azevedo, coordinador del SEEG. Un estudio inédito que contó con la participación de prestigiosos científicos coordinados por Greenpeace señaló que el sueño del crecimiento limpio es viable. Según la investigación, en los próximos 40 años se puede eliminar usinas termoeléctricas movidas a gasoil o carbón y usinas nucleares, además de disminuir la participación de todas aquellas que son movidas a gas natural. En 2050, hasta un 93% de la electricidad podría generarse a partir de fuentes renovables: un 45,65% provendría de usinas hidroeléctricas, a continuación vendrían las de energía eólica (20,38%), biomasa (16,6%) y energía solar (9,26%). “De hecho, hemos probado que se puede llegar a dicho escenario, y que no es necesario apostar a emprendimientos que contaminan y causan impactos ambientales importantes, como nuevas represas hidroeléctricas en el Amazonas”, agregó Telles. En la opinión de  Marcelo Furtado, Brasil va a necesitar organizarse y atraer inversiones para lograrlo. “Hay muchas oportunidades de negocios: una economía baja en carbono, energía renovable y restauración de áreas degradadas son algunos de los ejemplos que pueden traer beneficios para el inversor en el mediano plazo”, menciona. Pero sobre todo, dice Furtado, la implementación del Acuerdo de París y la reconfiguración del país en una economía baja en carbono exigen algo especial de los brasileños: el apetito por emprender. “A pesar de todas las turbulencias políticas, el acuerdo se ratificó en tiempo récord, lo que sugeriría un clima favorable. Tendremos que realizar emprendimientos en políticas públicas para apalancar recursos y cambiar el rumbo del desarrollo del país”, entiende.